Introducción por: Julia Cristina Ortiz Lugo En Miradero celebramos hoy, con el resto del mundo el día internacional del folclor. Esta fecha responde a que en un día como hoy, en 1846, el arqueólogo británico William G. Thorns publicó en la revista londinense 'Atheneum' una carta en la que utilizó por primera vez el término 'folklore'. La UNESCO lo recuerda. Para unirnos a todos los países, con mucha alegría y orgullo, publicamos en nuestro blog un escrito de Christian Quintero, quien fue alumno de la clase de Mujer y folclor que se desarrolló en el Recinto Universitario de Mayagüez el semestre de enero a mayo 2017 (junio, en realidad, por el periodo de la huelga del sistema UPR). Es el producto de una asignación en que se pedía que escribiera sobre una instancia de folclor familiar que fuera de su agrado. Christian, respondiendo a las más amplias y acogedoras definiciones de folclor, eligió la práctica de tender ropa en el hogar de su bisabuela. Inspirado por las sugerentes e introspectivas disquisiciones del documental Clothesline de Roberta Cantow, Christian “descubre” un lenguaje, una expresividad, unas claves familiares y femeninas en la práctica de su bisabuela. Con gran emotividad, Christian nos adentra a quienes leemos, en las reflexiones e interpretaciones que esa práctica provoca en él como miembro de su familia y como integrante del grupo folclórico de su familia. Cada práctica de atención a la ropa es idiosincrática en cada grupo folclórico y la experiencia compartida de Christian, así nos lo puede sugerir a quienes leamos con atención su escrito. Conforme al objetivo expresado en nuestro Manifiesto, Miradero trabaja con las definiciones más contemporáneas del folclor, con lo que verán siempre en nuestras páginas temas, escritos, entrevistas y audiovisuales que respondan a las manifestaciones menos convencionales o tradicionales de lo que generalizadamente en ambientes más tradicionales se privilegia exclusivamente como folclor. Sí, tender ropa es una práctica folclórica. Pertenece al mundo del folclor y de la familia, el mundo del folclor y los roles tradicionales de las mujeres, pero como demuestra muy acertadamente Christian, no se limita a eso. Cualquier persona que se deje hablar, que se deje involucrar, que se sienta interpelado por esa práctica en su grupo folclórico, se convierte en receptor/a y parte de esa expresividad. La ropa, las costumbres, los métodos, los trucos, los recuerdos, las asociaciones, así como las apropiaciones y resistencias son los mensajes que la práctica de lavar ropa construye. Qué duda cabe que es la misma expresividad que Christian comparte y seguramente trasladará. ¡Qué viva el folclor de nuestras familias, que vivan los conocimientos y conversaciones que producimos en nuestra cotidianidad y que vivan las relaciones que estas prácticas construyen y solidifican! El tendedero de mi bisabuelaPor: Christian Quintero Haber sido el hijo de una madre, ahora casada, de 17 años de edad me regaló la oportunidad de conocer a mi bisabuela. Mi madre nunca fue una mujer doméstica y como consecuencia, tampoco le gustaban las labores cotidianas. Para ella, lavar ropa, limpiar y cocinar no eran tareas, eran castigos. Sin embargo, mi bisabuela era una reina doméstica y su casa era toda una reflexión de cómo ella cargaba su persona. Con esto, no quiero insinuar que mi madre no mantuviera un ambiente de respeto. Todo lo contrario, tuve el privilegio de crecer en un hogar donde nunca faltó nada, el sucio jamás se escapaba, y mis uniformes escolares siempre estaban limpios. Pero mi bisabuela observaba la elegancia como un fenómeno que solo se manifestaba cuando cada tarea se trabajaba con la precisión de un cirujano. En particular, teniendo acceso a una lavadora y secadora, prefería sentarse a lavar la ropa a mano. Para cada mancha tenía un cepillo de dientes, y cada cepillo era categorizado por la dureza de sus cerdas. Luego, la ropa se tendía en la parte más alejada del patio junto a un árbol de limón. Ella me contaba que cuando el sol está fuerte, el árbol suelta su fragancia y la ropa se adueña de su olor. Al finalizar este proceso, ella planchaba cada artículo; medias, ropa interior, mahones, a cada uno se le otorgaba el mismo respeto que a su ropa de gala. Todo esto lo hacía con una sonrisa, más por vicio que por oficio. Desde pequeño yo la miraba con admiración y aspiraba -- todavía aspiro-- a llevar un hogar con la misma pasión que ella llevaba el suyo. Cuando vi el documental Clothesline de Roberta Cantow, me percaté de que en las labores cotidianas, especialmente en el lavado de ropa, existían implicaciones sociales, culturales, y del rol que asume la mujer en su vida. Incluso, me dio el contexto para apreciar el arte con el cual las mujeres ejercían estas tareas. Más importante aún, me hizo ver que tal vez el odio que mi mamá les tiene a aquellas tareas viene por el clima de servidumbre que acompaña esa labor en el hogar. Por otro lado, me hizo revaluar lo que significaban estas labores para mi bisabuela. Pienso en mi abuelo, un otorrinolaringólogo reconocido por un historial militar prestigioso y su pasión en la profesión. Pienso en las dinámicas románticas y en las expectativas que el patriarcado les exigía a las mujeres. Hoy día mi bisabuela, luego de un diagnóstico de Alzheimer y un derrame cerebral, ya no tiene la capacidad de verbalizar. Entonces me sufro la duda, si la sonrisa de mi bisabuela era la sonrisa de una mujer que aceptó la vida que le tocó vivir. Si aquella labor era una que le inspiraba pasión genuina, o si esa pasión nació de reapropiarse de un contexto de subordinación y convertirlo en uno de respeto, resistencia, elegancia, y oficio.
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December 2020
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