Reseña: "Las artesanías" de Carmen Leonor Rivera-Lassén. Ilustrado por Mrinali Álvarez Astacio15/11/2017 ![]() Aunque Las artesanías no es un libro reciente, Miradero quiere destacar su existencia porque se refiere a un tema de interés para nuestro portal. Por: Julia Cristina Ortiz Lugo Publicado en 2005 y parte de la Colección Nueve Pececitos de la Editorial de la Universidad de Puerto Rico; Serie Raíces, Las artesanías es un libro con la excelente idea de informar a los niños y niñas de Puerto Rico sobre lo que es una artesanía y a grandes rasgos enumerar y describir los géneros artesanales en Puerto Rico. Según se explica en la contraportada, la Colección “atrae, inspira, divierte y enamora a los niños de edad preescolar hasta preadolescentes. Parten de aspectos diversos de la cultura puertorriqueña y están diseñados tanto para leerse en el hogar, como para enriquecer el currículo en el salón de clase.” El propósito del libro, según expresado indirectamente, es que al aprender las niñas y los niños a hacerlas y admirarlas, llenen el vacío de manos artesanas que propicia el “peligro” de extinción de muchas de estas artes en Puerto Rico. Al afirmar que las artesanías “siempre nos recuerdan lo que verdaderamente somos”, se infiere que el libro también busca que “las niñas y los niños” a través del libro atisben eso que “verdaderamente somos.” Se define lo que son las artesanías, cómo surgen, y qué es un artesano (a). Luego el libro se concentra en los tipos de artesanías y se clasifican en una lista que mezcla géneros con materiales: agujas, muñecas de trapo, cerámica, cuero, el tejido, cestas, santos de madera, instrumentos típicos, máscaras, madera, pájaros, juguetes, dulces, joyería y semillas. En varios de los ítemes se habla brevemente del origen del quehacer, en otros simplemente se describe y en otros se enumeran sus productos o se comenta un poco sobre los materiales que se usan. No se repite un patrón de información para cada artículo. Si bien es cierto que para niños tan pequeños la información es simple y limitada, hay apartados menos efectivos que otros. Como el de la aguja, en el cual la enumeración sin referentes neutraliza su función: “ del tejido de mundillo, de los soles de Naranjito, del bordado, del tejido de ganchillo, del frivolité, del calado, el punto de cruz, el battenburg, el ganchillo y las dos agujas.” Entiendo la intención de mostrar la riqueza dentro del género, así como el esfuerzo de la ilustradora por representar algo parecido a un encaje. Quizá un apéndice con fotos o un pequeño glosario hubiera resuelto el inconveniente. De hecho, el apartado dedicado a la cerámica explica sucinta pero efectivamente, el proceso de trabajar ese producto, quedando así mucho más clara la información relacionada a esa artesanía. El apartado del tejido habla en pasado, con lo cual se da por sentado que es un arte extinto. Una entrevista a la familia Pagán Montalvo de Sabana Grande en 2013 alude a un arte acorralado por el tiempo, pero custodiado dignamente por la familia. La sección dedicada a las cestas alude igualmente a la condición casi desparecida de esta tradición. Me permito sugerir el siguiente planteamiento. Siendo un libro con la expresa intención de crear conciencia sobre los peligros de extinción de las artesanías, hubiera sido importante alguna línea dedicada a la participación de los grandes mercados capitalistas en este proceso. De hecho, se sabe que (y no me atrevo a señalar retroactivamente al 2005 este ejemplo en particular) una de las quejas mayores de los artistas que producen güiros es la competencia de instrumentos de plástico traídos de la China. Esto problematizaría de forma sencilla un escollo real y muy grande al que se enfrentan los y las artesanas del país hace ya tiempo. La encrucijada de estas artes no se reduce a la falta de manos sino a factores inmensamente más complejos. Parte de la noble intención de concienciación sobre las tensiones que afectan a nuestras artesanías debe incluir la concienciación sobre patrocinar esos productos, elegirlos y aprender a apreciar el esfuerzo, la dedicación de nuestros artistas. De igual manera debe estimular la valoración de la producción única, característica principal de la artesanía, por encima de la deficiente producción en masa, producto agobiante de la globalización que nos ataca. El libro contiene apartados claros y funcionales como el dedicado a los santos de madera, a las máscaras, a la madera o a los juguetes. Pero extraño una explicación que incluya el término folclórico en la descripción del proceso de aprendizaje del oficio artesanal. Sin duda, lo que Rivera- Lassén describe “aprenden su oficio de familiares o como aprendices de otro artesano” es ni más ni menos el proceso de transmisión folclórica. Interesante es el guiño entre escritora e ilustradora para quien lea. El libro, en su conjunto parecería sugerir sin usar palabras, que este libro, más que a los niños está dirigido a las niñas. En todas las ilustraciones es una niña la que interactúa con las artesanías. Con lo cual cabría preguntarse: ¿Les toca a las mujeres hacerse cargo del paso del batón? o ¿Son las que, de hecho, se harán cargo, por su compromiso y sensibilidad, como en otros tantos apartados de nuestra cultura hoy día? En cuanto al oficio la cosa es más sutil. La artesana de la portada es una santera, lo cual es admirable y justo porque según nos ha explicado Norma Valle, las santeras son “una fuerza renovadora para el arte tradicional puertorriqueño”. Sin embargo, de tres artesanos representados, contando a la santera, tanto el fabricante de juguetes como el señor mayor (¿cameo de Domingo Orta?) que sostiene en sus manos una artesanía de pájaros sentado en un sillón, son hombres. Usando el lenguaje inclusivo como pista, podemos esperar que es una forma de balancear de la ilustradora ya que la autora se refiere siempre a “los artesanos y las artesanas.” Aparte de la problematización sobre el mercado y la invasión de productos en masa de la China, para una próxima edición, me permito sugerir algún párrafo sobre las nuevas muestras de artesanía, ya que no toda la artesanía, en tanto folclor, remite al pasado. Hay artesanos y artesanas produciendo muestras vivas y vibrantes sobre la realidad siempre cambiante de la cultura puertorriqueña. Esas manifestaciones también nos hablan de lo que somos, pero lo que somos en el siglo XXI, que no tiene por qué ser lo que éramos en el XIX, o en el XX. Esa travesía cultural en el tiempo también nos habla de la necesidad de incluir la diversidad de identidades que se manifiesta a través de las artes folclóricas. Mostrarles, contarles y exponerles a nuestros niños y niñas nuestra cultura es siempre una idea feliz. Dedicar tiempo y pensamiento a temas distintos como la artesanía es también una aportación a la dignificación y al desarrollo del sentido de pertenencia de nuestra ciudadanía de menor edad. Un libro como este en manos de docentes o padres y madres inteligentes, creativos y comprometidos puede abrir espacio para clases o conversaciones fantásticas y necesarias en extremo. Mucho más si se complementa con una visita a una feria de artesanías diversa y amplia o a talleres de artesanas y artesanos.
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