Por Julia Cristina Ortiz Lugo Aprovechamos la convocatoria que hace la escritora puertorriqueña Yolanda Arroyo Pizarro: “Afropuertorriqueños, presidentes de universidades, decanos, catedráticos y líderes académicos, ¿quiénes se apuntan? “ para crear una Facultad o Departamento de “Estudios Africanos, Estudios Afrolatinos, Estudios Afroantillanos, Estudios Afrocaribeños, Estudios Afropuertorriqueños, Estudios Afroboricuas o Estudios Afro…” Comparto con la escritora su denuncia/ preocupación/ desolación y me parece propicio el momento para el diálogo. Partiendo, como ella, de que ese vacío tiene explicaciones complicadas, pero es muy probable que todas partan del prejuicio y la negación, su importante llamado merece disquisición. En primer lugar, la lista que menciona Yolanda resalta a quienes trabajan en Puerto Rico -desde la literatura- el tema de la afrodescendencia. La resistencia se hace desde muchos flancos. Un Departamento, Facultad o alguna organización que cumpla con el cometido que sueña Yolanda, y nosotros con ella, se enriquece en tanto y en cuanto incluya la multiplicidad de parcelas en donde la afropuertorriqueñidad se desarrolla. Puedo pensar en que la literatura protagonice, pero no acapare, porque la experiencia afropuertorriqueña florece en las letras, pero también en la cocina, en nuestro discurso cotidiano tanto como en los adultos/as, niñas y niños que pueden empezar a reconocer la resistencia de sus ancestras y antepasados a través de los personajes africanos y afrocaribeños de nuestros cuentos folclóricos. Ni qué decir de los diferentes géneros musicales que han sido determinantes en enseñarnos lo que es la resistencia al canon blanco europeizante o estadounidense. En segundo lugar, algo que ocurre, increíblemente, en un país tan pequeño como el nuestro, es que la gente trabaja sola. Es decir, los de San Juan no conocen ni mucho menos reconocen a las de “la Isla” y viceversa. Cualquier profesor o profesora de “la Isla” sabe que todos los congresos, reuniones y actividades incluyen desplazamiento, hospedaje y gasolina en el presupuesto. Raras veces ocurre eso con los y las sanjuaneras/os. Cualquier actividad, por el contrario, que se intenta armar en algún otro lugar que no sea San Juan cuenta con la queja de quienes por alguna vez les toca probar el meneo. No estoy diciendo que sea la actitud de todo el mundo, pero de unos/as cuantos/as.[1] Comento esto, no por quejarme y parecer resentida, sino porque esto complica el panorama que resulta en esa incomunicación entre personas estudiosas que puedan estar en el mismo tono, pero que, simplemente, no lo saben. Conozco los esfuerzos de mucha gente en la zona suroeste, que es donde me muevo, pero no necesariamente esos esfuerzos tienen cobertura nacional. Los menciono para probar mi punto de que hay estudiosas e investigadores en este país que estarían encantadas y dispuestos a aportar con su experiencia y su tesón en un proyecto inclusivo para trabajar, divulgar y fortalecer el espacio académico para que el tema de la afrodescendencia se convierta en algo natural, vibrante, a la misma vez que reverente, como pide Pizarro con sobradísima razón. Pongo solamente algunos ejemplos. Edwin Albino Plugues es un incansable trabajador de la cultura que ha dedicado su vida y su talento a la investigación, mucha de la cual narra y consigna la experiencia musical, folclórica e histórica de los afrodescendientes de nuestra zona. Jocelyn Géliga Vargas es una profesora del RUM que igualmente realiza investigaciones etnográficas desde y sobre la afrodescendencia. Lydia Milagros González, quien a pesar de que se mueve cercanamente a los centros de San Juan, tanto su actividad comunitaria como política le ha cerrado puertas al reconocimiento de su importante labor, armó para nuestros jóvenes un importante libro Tras las huellas del hombre y la mujer negros en la Historia de Puerto Rico que fue a parar al tangón de la basura del Departamento de Educación. Seguramente un esfuerzo que ha hecho la Casa Paoli y que, probablemente, no se conoce más allá de Ponce, es la fundación del Seminario de Estudios Afropuertorriqueños en el año 2000. Esta iniciativa nació del inextinguible compromiso de la Casa y su fundador Néstor Murray-Irizarry con los temas de la experiencia afropuertorriqueña de todos los tiempos. Cuando, por ejemplo, el nombre de Arturo Schomburg no se mencionaba en el ámbito de la cultura y la intelectualidad puertorriqueñas, ya la Casa Paoli celebraba con conferencias su natalicio. Una de las actividades más importantes del Seminario fue la exposición “África, conciencia y memoria: producción cultural afropuertorriqueña” en el Centro Cultural de Ponce. Durante tres meses en el 2013, se expusieron los trabajos de los artistas Miguel A. Caraballo García, Brunilda Zayas Rodríguez, Rafael Ríos Rey, Felipe Cuchí, Dennis Mario Rivera, Andrés Rodríguez Santos, Diógenes Ballester y de los jóvenes Damaris Cruz Ramos y David Zayas, entre otros/as. A la misma vez que permanecía en sala la exposición, se sostuvieron charlas, conferencias y talleres en la UPR Ponce, la Hacienda Buena Vista, entre otros lugares. En estas actividades se reunió a investigadores/as, profesores/as y artistas como el Dr. Cruz Miguel Cuadra, la Dra. Isar Goudreau, entre otros/as. El Seminario ha producido carteles, ha presentado libros, ha capacitado maestros y maestras. Y vive la suerte de muchas de las empresas culturales puertorriqueñas, en la inanición. Factor importantísimo que explica también el silenciamiento del tema que amamos. Sin dinero, pero con compromiso y lealtad, nuestra revista Miradero, desde su fundación en 2008, ha tenido el tema afropuertorriqueño como uno de sus fundamentos. Lo hemos hecho a través de las investigaciones, las publicaciones, la difusión en las redes sociales, las actividades que organizamos y auspiciamos. Nuestra revista, por la naturaleza de su orientación, es el lugar donde se subraya que el folclor es un espacio de resistencia. Contiene acceso a múltiples estudios, reflexiones, materiales a través de los cuales es posible pensar y reconstruir una formación cultural que recuerda la experiencia afrodescendiente. Y aunque me dé pena señalarlo, creo que he contado a través del estudio de la narrativa oral afropuertorriqueña, cómo resistían nuestros antepasados mediante la oralidad. A esa conversación, creación, fundación, que nos pide Yolanda puedo aportar un material que casi nadie maneja. Para terminar con mis ejemplos, señalo que estudiar la afrodescendencia es también contarla y los intereses comunes hacen posibles nuevas actividades, juntes creativos y producciones insospechadas. Resistir es también un acto colectivo. Artistas, cuentacuentos, teatreras/os, performeras/os, historiadores/as, etnomusicólogas/os, tienen mucho que aportar para reclamar lo que es nuestro, por encima de la educación prejuiciada, los medios de comunicación y los modelos extraños. No pierdo de vista que al leer esto muchas y muchos podrán pensar que no he entendido el llamado de Yolanda. Probablemente porque estos Departamentos se fundan al calor de la Academia. Pero lo que quiero remachar es el planteamiento de que la gente la hay, el interés lo hay, la preocupación la hay, los chavos no tanto, y que quizá el vigoroso emplazamiento de Yolanda pueda iniciar un llamado, un intercambio y sobre todo la creación de una base de datos o más bien nombres con caras y voces que culmine en un proyecto, amplio, diverso, inclusivo, amigable que nos reúna a todos y a todas al calor de nuestros respectivos afanes e intereses. No tiene por qué ser en una Universidad, difíciles tiempos en que nuestras universidades se embriagan con la tecnología y las ciencias, que se prestan a elaborar los muñequitos de cuerda que necesita el mercado y la globalización. Ya hemos visto que hay otros espacios. Según amplios sectores de nuestra población como las comunidades, por ejemplo, reclaman espacios de democracia participativa y no esperan por las instituciones para procurarse lo que necesitan y éstas no solamente no les dan, sino que les niegan y obstaculizan; muy bien, tanta gente que cree y trabaja por lo mismo, puede lograrlo mejor y con menos burocracia y trabas.
Recuerdo cómo un día recibí un correo de Yolanda en el que me pedía mi dirección para enviarme sus libros, sin conocerme, y solo motivada porque en algo mío que leyó vio intereses comunes en el tema de “la esclavitud silenciada”. Esa hermosa iniciativa que tuvo Yolanda terminó en un intercambio de libros y posteriormente en un abrazo presencial en el RUM. Lo cuento porque es ese el espíritu que debemos emular, es así como nos conoceremos las unas a los otros, es así como podremos decirle sí al deseo de Yolanda. [1] Entiendo que eso no incluye a la escritora.
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December 2020
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