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¿Desempolvando viejeras? La tradición oral en el siglo XXI en Puerto Rico.

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Ha sido costumbre poner oído en tierra cada vez que los poetas hablan.  A los estudiantes de literatura se les obliga a reconocer lo mismo el oficio de Julia de Burgos o Alfonsina Storni que los sonidos de Palés y De Diego Padró, no se diga las iluminaciones de Tristán Tzara.  Porque cada vez que los poetas inventan, nos dicen cosas nuevas, de formas retadoras e intrigantes, comparten  sensaciones que nos reconfirman en nuestra humanidad. Y quizá es por eso mismo que las revistas literarias de los periódicos, por ejemplo, siempre tienen espacio fijo y abierto para la literatura y está bien que así lo hagan. Después de todo son un reflejo de la situación en la Academia y sus organizadores a ella pertenecen. 

Sin embargo, la propia Carmen Dolores Hernández ha señalado:  "Las producciones autóctonas […] - los bailes, la música, la literatura oral/popular- no encontraron , ni aún después del advenimiento de la imprenta y el auge de la prensa escrita, canales adecuados para su difusión.  Su función especular - la de reflejar nuestro ser- se vio coartada por las divisiones que hasta hace poco tiempo existían en la estima acordadas a la 'alta' cultura y la cultura popular." ("El espejo quebrado" END, sábado 22 de abril de 2006, 86).  Es una aseveración que de alguna manera refleja un pesar por que las cosas se hayan dado de esa manera. Pero en sí mismo el comentario es un triste lamento por un fenómeno consumado.  Porque tiene razón Carmen Dolores y porque le debemos a Puerto Rico los reflejos de los sectores que a pesar de haber tenido sus representaciones, a la Academia no le interesó demasiado conocerlos, es que proponemos este espacio hoy día en el siglo XXI.

No estamos ajenos/as a las controversias que hay, por ejemplo, en las universidades en Estados Unidos en relación a si deben existir los departamentos de folclor y la nefasta realidad de que Departamentos y programas que fueron iconos de los estudios folclorísticos hoy día o han desaparecido o han sido arrinconados u obligados a fusionarse con otros programas. [1]

Dada la triste realidad de que en Puerto Rico no ha existido esa controversia simplemente porque nunca existieron los programas ni los Departamentos, el panorama entonces se muestra propicio para iniciar al menos un diálogo sobre el asunto. 

Tenemos importantes antecedentes durante el siglo XX en Puerto Rico.  Cabe mencionar rápidamente que con las investigaciones de Pedro Ángel Cebollero, John Alden Mason, Rafael Ramírez Arellano, Ricardo Alegría, Marcelino Canino, María Cadilla, Cesáreo Rosa Nieves, Pablo Garrido, Monserrate Deliz, Ivette Jiménez,  Pedro Escabí, Wenceslao Serra Deliz, entre otros/as,  se lograron importantes rescates de textos que de otra forma ni sabríamos que existieron. Sin embargo, esos materiales, la mayor parte de las veces, no parecen haber tenido la acogida necesaria como para que se creara una escuela que desarrollara investigadores/as formalmente adiestrados en los métodos de la folclorística del momento, ni mucho menos estudiosos/as que se dedicaran a analizar y a promocionar la estima de esos materiales en términos de esa función especular de la que habla Hernández. Fueron más bien un espejo silente en el que a nadie le interesaba mirarse.  La literatura, como la madrastra consecuente con su papel, se aseguraba siempre de ser la más bella. Y haber permitido que los materiales folclóricos se convirtieran sólo en materiales "rescatables", como quien recibe en herencia una hermosa peineta o mantilla de su tatarabuela con la que no sabe qué hacer porque ya nadie usa y coloca con más miedo que vergüenza en un armario a coger polvo hasta que se muera y la herede el chorno, ha sido nuestro imperdonable pecado.

Pero peor aún, las adivinanzas, los cuentos, los refranes, etc., quedaron confinados a los libros de la escuela elemental en flagrante contradicción con la vida real: la tradición oral  en su mayoría era de adultos y para adultos.  Los cuentos, por poner un ejemplo, tuvieron siempre algo que decirnos en simultaneidad con la literatura canónica tal como lo demostró Lillian Guerra en su libro [2]. Exactamente igual que la literatura, la tradición oral ha reflejado los conflictos de nuestra cultura y ha sido un eslabón (no importa que no nos hayamos tomado el trabajo de notarlo) que nos ha contado sobre cómo las generaciones de nuestra nación han comunicado e interpretado sus situaciones a través del tiempo. Polémicas que duran todavía, como la lectura y la representación de la "raza", las manifestaciones y consecuencias de la educación sexista, las oposiciones y artilugios entre poderosos y desposeídos, entre otros importantes tópicos que aún nos desvelan, están vivos y esperando que se estudien en tertulias, revistas de domingo, reuniones intelectuales, tesis y disertaciones, currículos de cursos, congresos, páginas y blogs.  Y cada despliegue que se le da a una nueva generación de poetas o escritores (y que nuevamente reafirmo, está bien que así sea) es una paleada de tierra que se echa sobre las voces y perspectivas de esos sectores marginales que alguna vez tuvieron cosas que decir y que no formaron parte de nuestra memoria cultural. 

El profesor emérito  e investigador Barre Toelken, no obstante, nos ha prevenido sobre convertir el folclor en  la disciplina salvadora de la marginalidad. Se corre el riesgo, dice él de " further marginalizing the very people we claim to champion."  Asegura Toelken sobre la folclorística:  "No, we deal with central aspects of living culture, most of the papers at our meetings deal with emergent, active, contemporary folklore, not with vanishing remnants to be salvaged" (88) [3].   Y ante esta defensa relacionada con la disciplina en Estados Unidos se hace obligatorio preguntarse: ¿Debemos caer en Puerto Rico dos veces en el mismo pozo? Es decir, si en el siglo pasado no hicimos nuestra asignación, ¿debemos repetir la misma historia?  ¿Qué hacemos con ese folclor "emergente, activo y contemporáneo" en nuestro país?  ¿Dónde está la gente preparada para hacer ese trabajo? ¿Dónde están siquiera las sensibilidades que detecten esos materiales, esas voces, esas fuentes? 

Resulta bastante desconcertante que la medicina alternativa (llamada también folclórica) haya tenido la mejor de las suertes. En su enfrentamiento con la medicina "prestigiosa" ha logrado abrirse espacio, ha obtenido validación y hasta ha conseguido bautismo católico en la medida en que no son pocos los médicos y médicas que la han incorporado en sus consultorios luego de tomarla en serio y estudiarla con formalidad.  Lo mismo puede decirse del conocimiento tradicional en el campo de la agricultura, la alimentación y la cocina.  Y aunque es justo celebrar el éxito de la parentela, la verdad es que no toda la familia ha tenido la misma suerte. ¿Dónde están las publicaciones, las actualizaciones, las divulgaciones de la tradición oral en sus diversas manifestaciones de las leyendas urbanas, chistes, creencias, lenguaje figurado popular, epitafios, grafitos en los baños,  etc.?  Sin embargo, hay motivos de regocijo en el panorama.  Y son esos, aunque pocos, precisamente los que nos indican que aunque es largo el camino nunca es tarde si la dicha es buena. A través de la formación de jóvenes profesionales en la metodología de la historia oral contamos ya con algunas importantes investigaciones que han dado como productos o están en vías de producir interesantes relatos de vida de sectores como la antigua Base Ramey en Aguadilla y la Central Eureka en Hormigueros [4], entre otros.  Investigaciones que tienen sus antecedentes en los significativos trabajos documentales de Fernando Picó. 

En segundo término,  de la misma forma que la incorporación de la medicina alternativa se ha dado precisamente porque nuevas realidades nos han obligado a mirarla con nuevos ojos, las nuevas tecnologías también sirven para crear nuevas tradiciones y a su vez, materiales que pueden consignarse y estudiarse.  Hace ya algún tiempo que en rigor se habla del ciberlor, para denominar las manifestaciones que surgen en el cíber espacio. Y como los puertorriqueños hace mucho ya que nos hemos enchufado a la red, el ciberlor puertorriqueño ha armado su tradición, como ha pasado con el resto de la humanidad.  Un dato iluminador es que ya tenemos la primera tesis de maestría en que se estudia, aplicando el Análisis de Discurso, los textos humorísticos de puertorriqueños y sobre puertorriqueños enviados en "forward." Con este estudio:  "Identidad en forward…" [5] renacen las esperanzas de mantener vivo el interés por este tipo de material cultural porque demuestra lo que este comentario ha querido reflejar: Si importante es la recopilación, más importante aún es su interpretación de manera que esas lecturas le devuelvan al material folclórico su importancia dentro de las explicaciones de los diversos aspectos de nuestra cultura.

Y cuando se habla de la red virtual queda implícita su condición de producto globalizado,  Por eso, hoy más fácilmente que nunca, al movimiento de un clic hay acceso a materiales folclóricos de otros países, a centros de recursos folclóricos, a índices, a cursos en línea, a festivales, materiales de referencia, a revistas y sus índices, a becas, a sugerencias y programas para incorporar su uso a los salones de clase, a nuevas definiciones y campos, posibilidades de empleo etc.  ¿Qué esperamos en Puerto Rico para incorporarnos a esa onda de intercambio? Y sobre todo, que esperan nuestros centros docentes para servir de estímulo a los futuros/as investigadores/as de nuestro folclor?  Bien vale la pena recordar las palabras de Alan Dundes:  "At a moment in American history when multicultural diversity is being celebrated, this is precisely when enlightened university administrators ought to be encouraging practitioners of an international discipline which goes back to Herder and the Grimms, a discipline which has been ahead of its time in recognizing the importance of folklore in promoting ethnic pride and in providing invaluable data for the discovery of native cognitive categories and patterns of worldview and values." [6]

Pero ahora que la globalización anda en todas las bocas no debemos permitir que nos arrope como una vez nos arropara el occidentalismo: para diluirnos en el silencio de quien se le acostumbra sólo a mirar a otros.  Si no aprendemos de nuestros errores, como dice el cliché,  estamos condenados a repetirlos.  Debe haber presencia de nuestros materiales en los portales y buscadores de la Internet, pero primero tenemos que promover una investigación lúcida, rigurosa, creativa y exhaustiva. De la misma manera debemos permitir -alentar el intercambio y la entrada y discusión de los materiales que se divulgan desde esas facilidades.  

Por último, como podría decirse en términos generales que no hay tradición de estudios de folclor en la Isla, toda vez que no han formado parte de los programas de estudios en nuestras universidades, no se han concedido grados en folclor ni tampoco ha habido un grupo fuerte y consistente de investigadores de la materia, el estado de situación nos sugiere prudencia y aceptación de la realidad.  Por eso, aunque en otros lugares hay enfrentamientos entre los investigadores propiamente adiestrados en folclor y los estudiosos de otras disciplina que aplican sus diversas formaciones al folclor, y a estos últimos propiamente no se les valida como folcloristas, conviene no ir por esos caminos y aceptar que muchos materiales, muchas tradiciones están en peligro de extinción y que los profesionales más jóvenes son producto de las nuevas corrientes en la universidades.  Otras tradiciones son más recientes, están formándose y las generaciones más jóvenes se acercarán a ellas desde sus especialidades más de moda.  Esta revista bien puede ser una sombrilla que recoja diversas disciplinas y enfoques, tanto los estudios producto de personas adiestradas en folclor como las aplicaciones teóricas más libres al mundo de la oralidad, por ejemplo. Nos referimos a metodologías teóricas como el ACD, la historia oral y las otras tantas teorías y métodos que perfectamente pueden aplicarse a estos materiales.  Porque la realidad es que siempre fueron pocas las personas adiestradas en folclor, muchos de nosotros venimos de otras disciplinas, con lo que rigurosamente hablando tampoco podemos ser catalogados como folcloristas y en el siglo XXI, las probabilidades se perfilan en negativo.

Un panorama amplio, diverso y prometedor es lo que proponemos.  Esta revista lleva el nombre de Miradero: "el lugar desde el que se contempla un panorama amplio, hermoso, etc."(DRAE). Para iniciar esa contemplación de nuestro amplio y vivo panorama folclórico nacional Miradero se compromete a: 

  1.  Constituirse en el vehículo de divulgación de estudios y proyectos de folclor y de la oralidad.
  2.  Ser el punto de partida para el ordenamiento, clasificación y publicación de materiales del folclor y la oralidad en Puerto Rico. 
  3. Organizar actividades de educación y discusión sobre temas de folclor y oralidad.
  4.  Continuar con el proyecto del Archivo Nacional de la Memoria originado en Casa Paoli, procurando integrar la recopilación tanto del nuevo folclor, del ciberlor como los  testimonios o historias de vida recogidos por la vía oral.
  5. Educar y explicar sobre la función "especular" que ha cumplido el folclor y su papel complementario con el resto de las artes puertorriqueñas. 
  6. Sugerir formas de inserción del folclor y la oralidad en los salones de clases.            


Presentamos esta revista con esta agenda en mente.  ¡Que sean muchos y que se nos alleguen colegas, investigaciones y materiales para cumplirla!


                                                                                                                                  Julia Cristina Ortiz Lugo y Nestor Murray-Irizarry


[1]Alan Dundes, poco antes de morir, en la Plenaria de la American Folklore Society de 2004 diagramó con cierta especificidad el estado de situación de los estudios folklorísticos en la Academia estadounidense.  Esta ponencia aparece en el Journa lof American Folklore (Fall 2005, Vol.118, no. 470, 385-408)

[2]Popular Expression and National Identity in Puerto Rico.The Struggle for Self, Community, and Nation. Gainesville: University Press of Florida., 1998.  

[3] "The End of Folklore." The 1998 Archer Taylor Memorial Lecture.  Western Folklore, Vol 57, No2/3 (Spring- Summer, 1998), pp. 81-101) 

[4] Sobre la investigación de la Base Ramey: Pueblo Nómada:de la villa agrícola de San Antonio al emporio militar de Ramey Base de Carlos Hernández.  Por otro lado la doctora Joselyn Geliga y el doctor José Irizarry han armado ya un proyecto en el que le siguen la pista a los antiguos pobladores y ex trabajadores de la Central Eureka en Hormigueros. 

[5]En  el primer número de Miradero se incluyó un resumen de la tesis de Raúl J. Feliciano Ortiz

[6](http://www.temple.edu/isllc/newfolk/dundes2.html)


 





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