La única fiesta de Estados Unidos impuesta en Puerto Rico, que me atrae es la de Acción de Gracias. Y no porque la sienta mía -porque obviamente su historia no me pertenece, y el contexto no es celebrable- sino porque se convirtió en un espacio más de amistad entre mi mamá y yo. Poco a poco nos dimos cuenta de que ese menú nos gustaba porque en mi casa siempre se cocinaba muy rico. Tanto mi papá como mi mamá eran excelentes cocineros y salí a ellos en el gusto por la cocina. No puedo meterme a la cocina ese día sin que vengan a mi cabeza y corazón memorias entrañables de mi mamá. Por otro lado, la idea de dar gracias a Dios, no solo no me es ajena, sino que es parte de mi formación. La celebración familiar se ha transformado y ciertamente, nada es igual desde que mi madre y mi padre murieron. Aunque perdió parte de su encanto para mí, a medida que los años han ido pasando y me he ido acostumbrando a no tener a mami cerca, he podido enfocarme en otras cosas. Y el ritual de dar gracias no lo he perdido. Este año daré gracias escribiendo algo a dos manos. O a mano y media. Conocí a Julie Beldin, porque a Julie Quiñones Arias solo la conocí cuando murió, de la manera más increíble. Pero la generosidad era la manera en que tenía que llegar. No sabía otra. Yo asistía a un grupo de acuaeróbicos que se reunía en la YMCA de Mayagüez. Al pasar a manos de otra asociación, tuvimos que mudarnos a otra piscina de una familia; al vender esa casa, nos quedamos en la calle. Un día una de las amigas dijo que alguien conocía a una señora en Cabo Rojo que está dispuesta a recibirnos. Era extraño porque no la conocíamos, pero por seguir nuestra rutina, estábamos dispuestas a cualquier cosa. Llegamos a la casa en Cabo Rojo y allí nos recibieron Julie y Dick. Cuando le insistimos en que queríamos pagar (nadie entendía ese desprendimiento) Julie nos calló la boca para siempre: “Yo no quiero que me paguen, yo solo quiero tener amigas.” De ahí en adelante la veíamos todas las tardes a las 5:00 sin fallar. Ese espacio fue parte de un regalo especial que Julie nos regaló por más de 5 años. La piscina estaba sola en una lomita rodeada de una hermosa vegetación, por las tardes venían los zorzales con los que Julie tenía una relación: ella les cantaba y ellos le contestaban. Cada vez que escucho uno no puedo evitar recordarla con amor. Durante el tiempo que nos permitió usar su piscina, disfrutamos de su compañía. Jamás se bañó con nosotras, pero era nuestra compañía infaltable. Nos hacía postres, nos sorprendía con platos de su cocina, porque Julie era una gran cocinera. Cuando las otras amigas fueron dejando la rutina porque venían de Mayagüez a Cabo Rojo y no siempre era fácil, me fui quedando sola con ella. Esas tardes con Julie, los zorzales y las orquídeas de Dick, son un recuerdo que me acompaña siempre. Fue ahí que nos fuimos haciendo más cercanas. Julie me regalaba un cariño especial, lo sentía en su mirada, en sus alcahueterías, en sus postres, en los regalos que me hacía. Me daba gusto pensar que le había cumplido a cambio de su piscina. No tuve que hacer nada, Julie era un ser excepcional. No había manera de no quererla, imposible impedir un proceso que se dio tarde, tras tarde, atardecer tras atardecer, conversación tras conversación. Julie me llevaba muchos años, creo que por eso me regalaba tanta ternura. Estoy acostumbrada a tener amigas muy queridas mayores que yo, pero con Julie era diferente. A veces pensaba que me regalaba un afecto parecido al que hubiera podido recibir de mi mamá. Sin embargo, nuestras conversaciones nunca fueron de cosas muy personales. Hablábamos de su iglesia, de su historia en Lares, de su familia, de la mía, de temas de actualidad. No es que compartiéramos secretos o intimidades, pero el cariño que Julie me regalaba, me hizo quererla como si la hubiera conocido de toda la vida. La escena más dulce y a la vez más triste de mi relación con ella fue, cuando habiéndola ganado el Alzheimer (entiendo que, rayando los 90 años, porque pocas mujeres tan sanas y con tanta energía he conocido) uno de los días que la fui a visitar al hogar, partiendo de que no me reconocía, la llamé: ¡Julita! y salió de su sopor, me miró fijamente a los ojos y se le iluminó el rostro. No pedí más, sabía que nos habíamos comunicado una vez más y por última vez. Esa escena es otro de los regalos que su amistad me dio. Por Julie, conocí a Dick, el amante más fiel que he conocido. Cuando Julie enfermó y ya se veía que era un peligro tenerla en la casa, Dick tomó la decisión más valiente que le he visto tomar a alguien por amor: se internó con ella en el Hogar. Dejó su hermosa casa en la loma, con vista al mar, atardeceres y amaneceres inolvidables, su balcón fresco, su libertad y su privacidad para encerrarse literalmente entre las 4 paredes frías de un Hogar de Ancianos. ¡Es que eran tal para cual! Creí que era una magnífica ocasión para dar gracias por la presencia de Julie en mi vida, transcribir el producto de una asignación que le di un día, después de tanto oírla hablar sobre Castañer. Le regalé una libreta y le dije: “Julie, escribe en este cuaderno todo lo que me has contado a mí." Y según de afanosa era en la cocina, así de diligente se la llevó y en poco tiempo, me la devolvió, con las historias que ahora transcribo tal cual. Los títulos de cada parte son de ella. Memorias de mis padres Antonio Quiñones y María Arias Lo que relato es cierto: Mis padres nacieron en Lares. Para ese tiempo había mucha pobreza. Había poco trabajo. Papá aprendía cualquier oficio, tenía talento y aprendió el arte de hacer oficios. Un buen español le enseñó. Así pudo mejorar la situación económica y pudo comprar una casita. Tuvo su propia zapatería cerca de la plaza del pueblo. Él compraba las pieles en Isabela. Para hacer un zapato cortaba un pedazo de piel en un molde que hizo. Esto lo unía atrás. En la máquina industrial le hacía florecitas en filas [ilegible] de tres colores pues eran zapatillas para mujer. Sus tres ayudantes cogían el zapato y lo ponían en una horma de hierro y le ponían la parte de abajo y claveteaban la suela y el molde que hizo mi papá. Entonces papá le daba el último toque, la suela quedaba enana [¿?] y no se veían los clavos y se terminaba el zapato bien bonito. Nosotros usábamos esa clase de zapatos por mucho tiempo- y familias enteras iban para que sus hijos tuvieran zapatos hechos por él. Él era el único que los hacía en Lares, otros que decían ser zapateros eran los que recomendaban. Papá hacía botas para los mallorquines españoles, pues había varios españoles en las haciendas, en los campos, para mujeres ricas zapatillas muy bonitas. Solo los españoles les compraban. Además de hacer zapatos él aprendió música: flauta y clarinete. Tocaba en una pequeña orquesta de Lares en actividades del pueblo y para las fiestas patronales y en las dianas. También él enseñaba a otros. Papá fue masón y llegó a un grado alto de la masonería. Yo no lo veía, pues no estaba por allí todavía. Mamá tuvo oportunidad de aprender a coser con su mamá. Me contaba que su mamá tenía un carácter fuerte. Si hacía algo incorrecto en la costura tenía que hacerlo de nuevo, así también en el bordado, tejido, y en hacer encajes. La abuela era una mujer que hacía de todo – talabartería , asientos para caballos. Así ganaba el dinero para sostener la familia pues el español esposo la abandonó. Éste era de [ilegible] Asturias – era mayordomo en Haciendas. Mamá sabía hacer trajes de hombres. Usaba tela de hilo blanco, así vestían los españoles de las Haciendas de Lares. Hacía trajes para bailes a las damas ricas. También hacía el ajuar de bodas en encajes, fundas, cojines y paños de mesitas. Además de todas esas cosas, ella hacía dulces de coco, de guayaba, postres de crema planchada para los domingos y cazuela. Para ese tiempo había un fogón de cemento con 4 hornillas y se usaba carbón. Para hacer bizcochos ella hacía un horno con una lata de galletas. Yo me acuerdo que le hacía agujeros a los lados de la lata y le metía pedazos de alambre y ahí ponía lo que iba a hacer, la tapa tocaba la candela pues tenía el roto de la tapa y hacía una puertecita para sacar lo que hacía. Era bien curiosa. Tenía un carácter fuerte era no era no, no discusiones. Fue una madre buena y servicial. Creía en los muertos que se aparecían. Sembraba gandules en el patio, yautías, y guineos y toronjas. Tuvo 9 hijos- los primeros murieron de difteria, para ese tiempo no había medicamentos. Siempre estuvo orgullosa de ser española criolla. Así pudo sostener la familia. Mis hermanas fueron a la UPR. Yo también. Carmencita estudió enfermería. Lares Pueblecito pequeño, de una sola calle. Pintoresco. Fue poblado por españoles en el 1833. Hay muchas fincas y los españoles formaron esa finca porque no era de nadie. Construyeron casas grandes las cuales llamaron haciendas. Tenían esclavos para atender el terreno y sembrar frutos, chinas, guineos, café, viandas. Café era lo más que vendían. El pueblo tiene una Plaza llamada la Revolución, pues fue que se reunieron los patriotas que quisieron al pueblo libre del yugo español. La revuelta duró poco. Hoy día hay haciendas en un barrio de Lares llamado Castañer. Es bien conocido, pues durante la segunda guerra mundial vino un grupo de norteamericanos. Este grupo fue hecho prisionero por el gobierno de Estados Unidos. Ellos no eran partícipes de la guerra llamados objetores de conciencia (¿conscientious objectors?) Forzados a trabajar en un campo alejado vinieron doctores, músicos, maestros, trabajadores sociales, ministros, estudiantes de colegios, enfermeros y enfermeras, ingenieros, agricultores. Vivían en casetas. Su trabajo fue reconstruir la comunidad pobre, que había. Manos a la obra, empezaron con un pequeño laboratorio para curar a los enfermos. Había mucha tuberculosis, anemia, parásitos. Construyeron una clínica pequeña. Después una clínica, escuelas, un centro de recreación, visitas a los hogares y poco a poco hicieron un hospital el cual existe todavía y una escuela superior. Al terminar la guerra podían retornar a sus hogares. Algunos se casaron. En el año 1945 hubo un fuego grande en Lares en un sector cercano a la Iglesia Católica. No había bomberos en Lares. Se quemó parte del pueblo porque había casitas de madera en un sector concreto. [No se entiende] cuenta que una señora tenía una vela prendida al medio día y esto hizo que se prendiera todas las casas alrededor. El grupo de Castañer vino con catres y ropa para los que perdieron sus casas. Les cocinaban e hicieron casetas para dormir en la plaza del pueblo. Entonces el gobernador mandó ayuda y de ahí en adelante hicieron un caserío de cemento. Toda la gente quería venir a Lares a ver el “fuego”. Castañer sigue siendo un sitio para visitar las Haciendas. Proyecto El Guacio Centro de Servicios Cristianos Comienza con dos ministros presbiterianos que habían comprado una finca de 100 cuerdas en el Barrio Guacio. Ellos habían ido a Castañer a visitar los que hicieron en la comunidad y tenían la idea de hacer algo parecido en Guacio. Hablaron con una pareja que estuvo en ese proyecto y los invitaron a Guacio. Estos vinieron en bicicleta desde Castañer a San Sebastián que es donde está el posible proyecto y les agradó el sitio. El barrio Guacio es de 100 cuerdas -caña, guineos, toronjas, china, café. Solo había una casa -llamada Casa Grande y ahí se quedarían dos años trabajando. Comenzaron con la caña, cogieron obreros del barrio para que bregaran con la limpieza del monte. Ellos se fueron a visitar la gente muy pobre. Las casitas eran techadas de cartón, yaguas de la palma. Dormían en el suelo, nada que comer. Había mucha pobreza- enfermedades, anemia, sífili, y otras más. Esta pareja se dedicaron a mejorar. Se le pagaba a los peones en cortar caña y así tenían algunos chavitos para comprar en una tiendita que había. El señor Lebrón les fiaba. Se comenzó en los laboratorios un círculo de iglesia. Sucedió que el esposo de Jean Harrison [es lo que entiende quien transcribe] se enfermó y murió. Ella tuvo que abandonar el proyecto. La Iglesia Presbiteriana envió al Reverendo Donav Dod empezaron a reclutar personal en los estados -voluntarios- Vinieron personas de E.U. dejaron sus estudios por 2 años para ayudar en construcción. Vino con su familia enfermeros, maestros. Dr. Bert tomó posesión para mejorar la salud de todos. No había hospital en Las Marías que está cerca. No había agua potable, no había luz eléctrica. Abrieron un salón para laboratorio y se chequeaba a todos. Se les daba medicamentos se repartía leche de cabra a los niños pequeños. Poco a poco se fue construyendo escuelas. Se consiguió almuerzo de Las Marías. La enfermera y el doctor atendían los partos-antes era una comadrona. Se estableció una clínica- un edificio para hacer como iglesia biblioteca. Se enseñaba a algunas mujeres a aprender a escribir y leer y coser guantes de una casa de Mayagüez. Así las mujeres ganaban unos chavitos. De los Estados Unidos mandaban ropa y esta se vendía a 5-10-15 chavos. Guacio tenía de todo. Jóvenes venían a ayudar -recibían $10.00 por mes para lo necesario. Todos tenían un talento. La escuela dominical creció y hay una iglesia. El Doctor Dod mientras hizo una labor grande. Un sitio para la juventud venir los veranos a pasar una semana para estudiar la religión. Yo estuve envuelta en algunos de estos proyectos. Yo era la trabajadora social- subía los cerros con un bultito con tijeras para recortar pelo a las mujeres y niños. Yo orientaba a las mujeres a que no tuvieran tantos hijos – se consiguió que en un hospital de Mayagüez pudieran operarlas – 2 fueron a operarse y salieron bien, entonces todas querían hacerlo también. Los hombres se oponían, pero como ellas seguían su rutina en la casa aceptaron. La Iglesia Presbiteriana E.U. mandaba dinero y después terminó su obra. Todavía está el proyecto Guacio-para actividades y conferencias de jóvenes cristianos y ministros los veranos. Tuve unas hazañas en todo esto. Yo iba solita (con Dios) por esos mundos a visitar – en algunas casas me daban café prieto en una latita, en otras en taza. Cuando llovía, y qué mucha agua, estaba en un cerro y no podía bajar la jalda pues había lodo-pues único remedio era eñangotarme y bajaba rápidamente, ensopada y con bache. La enfermera me invitó a subir al cerro Mirabales para que ayudara, una señora joven iba a dar a luz. Ella estaba preparada con su bulto y fórceps. Empezó el parto en la cama (se usaba poniendo una ponchera en el piso y la mujer tenía su bebé en el piso- pero la enfermera no lo permitía- en la cama le dijo- empezó a salir el bebé de pies – ella me decía ve halándolo estaba tan baboso que se resbalaba y yo lloraba porque no podía hacer nada. Ana usó el fórcept y lo sacó. Era una nena bien chiquita- la metió en una caja de zapatos y bajamos poco a poco y en la clínica había una camita para encubación. Otra de mis visitas había que cruzar el río que estaba bien bajito y brinqué las piedras. Llegué a la casa y estuve en la casita – y empezó a llover y cuando escampó- no podía pasar. Un buen señor me dijo súbete a mi espalda a caballito y así salí al camino a la Casa Grande donde yo vivía con otras muchachas voluntarias como yo. Un día el Director Mr. Dod me dijo voy a comprar una yegua para que tú la uses en tus visitas. En primer lugar yo no podía subir a la yegua- me ayudaron y alguien la ataba y después subía por una cuesta- entonces me dio temor- había un caballo más arriba relinchando y me caí por el rabo y dejé la yegua que se fuera con el macho. No volví más y le dije a Don Dod que no volvería a montarla. Para la Navidad había música, música son güiros y maracas parrandas. A veces iba con Carol que tenía un acordeón. Fui a un bailecito en casa doña Paca y un visitante americano. Allí me sacó a bailar un hombre pequeño borracho y me echó una caneca con alcoholado por el seno- qué angustia con esa peste- nos fuimos a la casa. Tenía que cepillarme. Guacio era parte de mi vida y sigo visitándolo a los pocos que quedan allí – buenos amigos. Había gente muy buena – me daban almuerzo pues el esposo trabajaba cuidando la finca. Tengo muchos recuerdos gratos. Hoy día el Campamento Guacio abre los veranos. Campamento para jóvenes, ministros. Notas: No sabía hacer arroz. Vino un grupo de E.U yo tenía que hacer el arroz. Comencé y ya que se veía que estaría le eché más arroz y habichuelas secos ¡qué desastre! nadie pudo comerlo. Otra voluntaria quería tostones pues creyendo que se ponían en el horno, así lo hizo. Salieron como paletas. En una ocasión Paul era el que daba mantenimiento a los cerdos y vacas. Venía visita para el proyecto y me tocaba cocinar. Le dije Paul yo quiero 20 gallinas y él las mató y las trajo a la cocina – qué revolú se formó- todo el personal tuvo que dejar sus tareas para [no se entiende] gallinas y sacarle las plumas. Solo necesitaba 2 gallinas para la comida. Me chotearon. Cuando salí de Guacio pasé a Bienestar Público- trabajadora social. Había que ir a los campos a visitar a los que solicitaban ayuda. Era difícil tanta pobreza. A un anciano se le daban $5.00 por mes. A una familia de 10 hijos treinta dólares. Lo que pagaban $160.00 dólares – yo iba todos los días en público de Lares a San Sebastián. No me sobraba nada. Entonces conocí a Dick. Julie descansa en paz en su adorado Lares natal. Tantas veces ya con Alzheimer en sus inicios, la llevaron Dick y el infaltable y leal Jorge, a Lares, al cementerio a “hablar” con sus papás. Cada vez que Julie “extrañaba” a sus padres Dick y Jorge se montaban en el carro y con ella, daban el largo viaje de Cabo Rojo a Lares, a recontextualizar a Julie con sus memorias. Ni María, ni el cierre del cementerio impidieron que los restos de Julie llegaran hasta allí. Fue mi honor y mi placer ver tanto amor puesto en acción. En el hogar Beldin-Quiñones, no solo me mantuve el físico, crecí y alimenté mi espíritu con este ejemplo de amor, dignidad y entrega. ¡GRACIAS, JULIE! ¡Gracias, Dick! Nota de la transcriptora: Respeto la historia de Julie tal como la contó, porque responde a sus visiones de mundo. No siempre estaba de acuerdo con las cosas que me contaba o con su participación en la historia, pero desde este espacio de privilegio (la publicación) no es mi derecho juzgar su experiencia de vida. Su ternura y amor fueron nuestra experiencia de vida en común. Esta historia fue su presencia en Lares.
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December 2020
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